jueves, 12 de abril de 2012

A seis años…

Cada seis años la historia de México escribe en sus páginas un nuevo capítulo basado en la dirigencia y representatividad del país, un nuevo presidente electo asume su cargo con onerosa responsabilidad en medio de una ceremonia protocolaria con tintes casi épicos. El suceso se convierte en historia en poco tiempo, ¿qué son seis años en un país con problemas históricos?, esos arrastrados desde su fundación hasta la fecha, los nuevos generados, los interminables conflictos para un hombre que tan solo puede considerar algunos en un periodo histórico en extremo corto. Esa es nuestra democracia, una con periocidad ineficaz en la que el tiempo es insuficiente si queremos que un hombre atienda los problemas de México.

Le queda a aquel hombre, bañado en gloria nacional, hacerse porras a su propia sombra, y hablar de logros, tan diáfanos como el viento para aquellos habitantes que adolecemos de todas las carencias de nuestra nación. Enfrente, en el televisor, en los periódicos, en la radio, en cualquier medio imaginable la ostentosa vida de la clase política se carea contra la vida del hombre común, aquel que hace horas de camino al trabajo, gana poco, llega cansado a casa y prende las noticias para ver, que el país se sumerge en violencia, una supuesta estabilidad y esa triste realidad que nos vende a los actores y cantantes como artistas.

La bandera del presidente actual, ha sido desde el empleo, la estabilidad económica y el combate al crimen, una trinchera seriamente criticada que duele al país, las sociedades se preocupan por el futuro próximo, aquel que en unos meses marcará la vida y rumbo de todos aquellos que apreciamos por el periodo sexenal, que es en materia escaso y también muy largo si a medio camino decidimos que nos equivocamos con nuestra elección.

Felipe Calderón Hinojosa no ha sido ni el mejor ni el peor presidente que México ha tenido. Vaya usted a dejar a un lado los títulos profesionales, si considera que la presidencia es un honorable mérito con memoria ingrata. Memoria clara y recuerdo amnésico, parece que cada ciclo electoral, los fantasmas de la ideología partidista no importan y lo que queda es aquel sujeto que mirándonos a los ojos nos oferta honestidad y trabajo, esfuerzo y conciencia para que a la larga, usted y yo, la sociedad civil, nos quejemos de todas las carencias que aquellos que conocen poco de pobreza nos hacen pasar en alguno u otro modo.

De todo aquello que ha hecho o dejado de hacer nuestro actual presidente lo que más resalta es lo que la mayoría hablaría respecto a su presente inmediato: el combate al crimen, primero establecido como al narcotráfico – que cambió de spot por adentrarse más con la sociedad en general- ha creado controversia, ha caído en la polémica generado con hechos duros y rotundos. Son ya 150 mil muertos, víctimas inocentes que quedan tan solo en estadísticas en una guerra sin tregua para brindar en teoría más seguridad a nuestra nación. Tristemente la juventud, la sociedad en general desconoce en realidad los alcances de las drogas y la moda inevitable de su consumo se esparce en toda la extensión del país sin generar conciencia en aquellos civiles que las consumen sin pensar en todas esas familias masacradas por combatir su gusto culposo. Eso es una sociedad divida y egoísta, desentendida que aquella guerra, que existente o no, afecta en realidad a compatriotas, que inclusive pagan con sus vidas, y ha generado gastos millonarios derivados del erario público en la actual administración.

Este combate debe analizarse desde el punto serio enfocado en el tipo específico de crimen que se busca erradicar. Delincuencia, asaltos, extorsiones y secuestros se realizan con alegre incidencia en nuestra ya aterrada nación, eso a lo que el civil se enfrenta con más frecuencia, que causa también muertes, accidentados y que tiene a los hijos, padres, conocidos y familiares en peligro cada que salen de casa por todo el país, no es aquello combatido y por lo tanto no nos genera seguridad en ese aspecto.

Cada vez más jóvenes se integran a la delincuencia no necesariamente organizada, situación en la que incide no solo el crimen organizado: también la economía, educación y empleo. El problema de violencia y crimen en el país, no se debe combatir solamente con balas. Debe hacerse desde la educación, la estabilidad económica, la conciencia y el conocimiento social, la demostración clara a esa juventud que el camino no es el fácil y peligroso, que aquello no vale la pena.

Para esto se le deben mostrar alternativas, situación que solamente un gobierno maduro y entendido podría acatar, difícil de concebir, si comprendemos en realidad, ¿qué son seis años?, casi nada, para tratar de curar a nuestro país, un enfermo crónico cuyo mayor problema es la falta de preocupación por lo que sucede a nuestro vecino.

A seis años el combate al crimen es tangible realmente tan solo los números en víctimas inocentes que han padecido de un beneficio que tristemente no se ha logrado alcanzar. Seis años combatiendo el crimen, ese mismo que sigue existiendo y dañando a la sociedad día a día, y que no se resolverá en los pocos meses que quedan al actual presidente. Víctimas que quedan como estadísticas y anécdotas frías, puesto que la siguiente administración, sea cual sea, acatará una estrategia diferente y todo lo sucedido hasta hoy, quedará como un capítulo negro en nuestra honorable historia de bronce.